Cuando oís hablar de coworking se repiten muchos adjetivos: cooperación, colaboración, comunidad, creación, sinergia…  pero hay un aspecto que no he visto plasmado en ningún sitio y del que me he ido dando cuenta según he ido adaptándome y asentándome más en nuestra pequeña familia de coworkers, y es que estos espacios desafían las leyes de la física. No, no me ha dado demasiado el sol esta mañana ni he encontrado un agujero negro dónde debería estar el bol de los caramelos (aunque al ritmo que desaparecen todo es posible XD). Dejad que me explique.

Como cualquier oficina, nuestro CoWork está limitado por cuatro paredes y cuantas más cosas metas dentro, menos sitio libre queda. Hasta ahí todo tiene sentido. Siguiendo esa lógica, cuantos más miembros se unieran al grupo menos espacio tendríamos los demás y el ambiente estaría más cargado. Habría menos lugares para concentrarse y menos oportunidades para tener buenas ideas. Sin embargo, por algún misterio que aún no he conseguido descifrar, no es así como se siente dentro del espacio coworking.

A medida que se van uniendo coworkers, según estrechas lazos y hablas con aquellos que están a tu alrededor ocurren dos cosas:

• Tu red de contactos y de talentos se extiende: tienes un aliado que puede ayudarte con temas que desconoces o simplemente otro punto de vista para un proyecto que se te atasca.
• Tú creces dentro de la comunidad y como persona. Aprendes personal y profesionalmente, te sientes a gusto, tu trabajo se beneficia, pero sobretodo tú porque no hay nada mejor que estar relajado en la oficina.

Así que ya veis, cuantos más seamos, aún compartiendo el mismo espacio, no perdemos nuestro sitio en el CoWork, ampliamos nuestros horizontes en el mundo.